Tornarem a votar?

Soc de la minoria no independentista que està disposada a viure en una Catalunya independent si així ho vol la majoria dels catalans expressada en un plebiscit amb totes les garanties. M’és igual si és un referèndum o unes eleccions plebiscitàries, el que cal és que hi voti tothom. Evidentment, mai no hi haurà una participació del 100%: el que vull dir és que tots els actors polítics facin campanya per votar una cosa o una altra. En aquest sentit, crec que l’1 d’octubre no va servir com a referèndum d’autodeterminació no només pel saboteig violent per part de l’Estat sinó simplement perquè mitja Catalunya no el reconeixia com a tal (encara que a mi m’hagués agradat i per això vaig participar-hi).

Ara crec que aviat tornarem a tenir eleccions a Catalunya. No sé si les convocarà el president Puigdemont o el Govern espanyol després d’aplicar l’article 155 de la Constitució. Però la legislatura que va començar després del 27-S de 2015 amb l’objectiu de proclamar la independència en 18 mesos està acabada després de l’1-O. Més que res perquè tot aquest procés s’ha basat en la majoria absoluta de diputats de Junts pel Sí i la CUP, i aquesta suma no sembla que es pugui mantenir a partir de demà. Així doncs, podríem trobar-nos amb unes noves eleccions plebiscitàries, amb l’avantatge per als independentistes que ara gràcies com sempre a Mariano Rajoy podrien superar amb escreix el 47,8% de vots de fa dos anys per a Junts pel Sí i la CUP. Sempre i quan la CUP pugui i vulgui presentar-se a aquestes noves eleccions, és clar. Només podran fer-ho si a les autoritats estatals no se’ls acudeix il·legalitzar-les i només voldran fer-ho si les eleccions, en lloc de plebiscitàries, per a elles són constituents. És possible que, per votar tothom alhora, les eleccions hagin de ser autonòmiques per uns, constituents per unes altres i plebiscitàries per tothom capaç de reconèixer que l’independentisme no va guanyar pas el 27-S.

De fet, sempre he cregut que l’única forma d’arribar a un referèndum legal i acordat sobre el futur polític de Catalunya seria que des de l’Estat es plantegés una reforma de la Constitució (com diu que ha aconseguit el PSOE) i s’assumís que, si els catalans hi voten majoritàriament en contra, llavors serem independents. Fins i tot es podrien votar les dues constitucions alhora, mirant d’encaixar els processos i les legalitats en lloc d’enfrontar-les. El problema és que els espanyols disposats a acceptar democràticament la independència de Catalunya som minoria. Perquè s’està demostrant que el nacionalisme espanyol del PP, Ciutadans i bona part del PSOE és de caire ètnic o romàntic: la nació espanyola es basa en la història, la tradició, una llengua i una cultura comunes… el volkstum del que parlaven els alemanys Herder o Fichte. En canvi, el sobiranisme català ha adoptat en els darrers temps la via dels nacionalismes liberals o civils, on la legitimitat política es deriva de la participació de la ciutadania, segons els principis expressats per l’anglès Stuart Mill o el francès Renan, per a qui la nació era «un plebiscit diari» caracteritzat per «la voluntat de conviure». O sigui, que aquests necessiten votar constantment i aquells, el contrari.

Aquests dies, quan reclamem diàleg a les dues parts del conflicte (una l’accepta i l’altra no), des dels extrems ens pregunten: «diàleg per a què?». La meva resposta és que el diàleg és necessari a molts nivells per construir alternatives. Després, per tirar-les endavant, evidentment les votarem entre tots. Els polítics haurien de ser prou hàbils com perquè aquestes alternatives, siguin quines siguin, satisfacin o obtinguin el suport de majories molt superiors a la meitat de Catalunya o d’Espanya. Només així seran veritablement viables. No hi confio gaire, sincerament. Però vivim en democràcia i, tard o d’hora, d’una manera o una altra, tornarem a votar. Així que tots sortirem guanyant si millorem les perspectives i la qualitat de les opcions que sotmetem a votació.

Y los trenes chocaron

Insisto en que no escribiré sólo sobre política, pero hace una semana que abrí este blog y estos días no se habla de otra cosa. En Cataluña, desde que se empezó a reformar el Estatuto de Autonomía allá por el año 2004, vivimos días históricos a menudo. Pero los últimos lo han sido de verdad, porque realmente el país cambia de un día para otro.

El 1 de octubre #1Oct se produjo el esperado choque de trenes. No esperaba que los pasajeros resultaran literalmente heridos, pero para unos 900 así fue. Aunque por las redes y los medios hayan corrido también algunas imágenes falsas o manipuladas, la mayoría demuestran que a la Policía Nacional y a la Guardia Civil se les fue la mano a la hora de aplicar unas órdenes que, además, no tenían sentido. El problema es que quien las dio vive al margen de la realidad e igual hasta se cree que la democracia es la ley y se impone por la fuerza.

El #2Oct seguíamos analizando y reaccionando con perplejidad a todo lo que pasó el domingo, pero el siguiente día histórico fue el martes #3Oct. Cataluña se paró para condenar la violencia, en una especie de huelga general organizada en pocas horas cuyo mensaje creo que llegó al mundo: aquí todos queremos paz. Por la tarde en la plaza de la Universitat, me sentí un poco extraño porque aquello parecía una manifestación independentista, con muchos gritos de independencia y unas «esteladas» de un tamaño descomunal. Pero éramos unos cuantos los no independentistas que también necesitábamos manifestarnos contra la violencia del domingo. Sólo me sorprendió la psicosis por la presencia de policías infiltrados: seguramente los había, y muchos, aunque no pudieron ni tuvieron que hacer nada más que soportar los gritos de los manifestantes cuando los identificaban. Le pregunté a gente que les gritaba «infiltrats!» cómo los habían reconocido y me dijeron que porque no hablaban catalán y no gritaban «independencia!». Eso me preocupó, la verdad: estoy convencido de que gritaron «infiltrats!» a más de un grupo de turistas.

Esa misma noche, sin ser Nochebuena, el rey Felipe VI se dirigió por televisión a los españoles. Yo también lo VI aunque, a diferencia de todos los catalanes que han aparecido decepcionados, ya no esperaba otra cosa de él. La Corona es una institución inútil en cualquier circunstancia y, desde luego, sería maravilloso que en estos momentos protagonizara una excepción como la del 23-F, pero parece que ya no toca.

El #4Oct habló el presidente «sedicioso» para no anunciar todavía que va a proclamar la independencia. Puigdemont expresó la decepción por el discurso del rey y reiteró su disposición a hablar con la otra parte. No es poco.

Después de todo esto, la racionalidad sólo nos puede llevar a pedir negociación o, como mínimo, diálogo. En tres días han aparecido ofertas de mediación de todas partes: Podemos, el PSC, Íñigo Urkullu y hasta la Conferencia Episcopal. Yo humildemente creo que, dada la gravedad de la situación, lo mejor sería recurrir a profesionales porque, además, hay más de 900 mediadores ya dispuestos a ayudar. El presidente Puigdemont dice que acepta la mediación, pero el presidente Rajoy se ha apresurado a rechazarla. No me extraña: el PP lleva años construyendo este enfrentamiento y no tiene ninguna intención de superarlo, a pesar de que ello constituya una grave irresponsabilidad. Lo que no entiendo es qué hace Pedro Sánchez reuniéndose con Rajoy y no con Pablo Iglesias para urdir la moción de censura que España necesita urgentemente para no cargarse ni la unidad ni los derechos humanos.

El diálogo será difícil porque hace años que ambas partes viven en realidades paralelas, construídas a partir de diferentes medios de comunicación. El 1 de octubre, tanto Rajoy como Puigdemont salieron a revindicar la democracia y las leyes, pero con sentidos totalmente opuestos. El primer trabajo de los mediadores será encontrar un lenguaje común. No me refiero al idioma sino a la manera de relatar lo que nos está pasando. Creo que la mayoría de la gente en Cataluña (y algunos también más allá) somos capaces de verlo y explicarlo sin las anteojeras que impone cualquier hoja de ruta. Y seguramente los federalistas, o los que el 1 de octubre votamos algo diferente del sí, podemos verlo todavía con más claridad. Todos los que veáis sólo a una de las dos partes manipulada por los medios y desconectada de la realidad, es que formáis parte de la otra.

Pero estos días estamos todos demasiado nerviosos. La incertidumbre está llegando a provocar miedo, aunque no sepamos exactamente a qué. A mí sólo me da miedo el miedo. Que los bancos y grandes empresas trasladen su sede social fuera de Cataluña me preocupa relativamente, pero que la gente se lance en masa a sacar su dinero de esos bancos es lo que puede provocar la caída. También he oído quien, en un impulso atávico en un país que sólo hace 80 años que vivió una guerra, quiere tener por si acaso la nevera llena (sin tener en cuenta que, si realmente estallara una guerra, igual nos cortaban la luz y se echaba todo a perder).

Compañer@s, vecin@s, amig@s: calma. El bloqueo institucional (más allá de los ayuntamientos) es absoluto, pero la vida sigue a pesar del WhatsApp y las redes sociales. Exijamos a nuestros políticos que inventen las maneras de seguir circulando tras el choque de trenes. Impliquémonos en buscar soluciones, si las vemos. Pero preservemos lo más preciado que tiene esta sociedad: la convivencia y la capacidad para salir adelante en cualquier circunstancia.

Votaré (que no)

Demà aniré a votar en un referèndum convocat per exercir el dret a l’autodeterminació de Catalunya. La pregunta és: «Voleu que Catalunya sigui un estat independent en forma de república?». No sóc independentista, així que votaré que no. Però, contràriament al que recomanen la majoria de partits no independentistes, votaré. Perquè crec que per superar l’atzucac en què ens van ficar el PP i el Tribunal Constitucional en modificar l’Estatut ja aprovat pels catalans, cal tornar a votar. Que aquest referèndum s’ajusti o no a la legalitat en què es parapeten els partits constitucionalistes em sembla secundari. Els partits independentistes també han fet les seves lleis. Ni unes ni altres han assolit prou consens com per ser respectades per l’altra part del conflicte. I les dues parts han forçat les pròpies normes per seguir avançant cap aquest xoc de trens que es produirà demà.

La política és prèvia al dret. En democràcia, votem per escollir uns polítics que fan les lleis. Els jutges i tots els funcionaris ens limitem a interpretar-les i aplicar-les, però els polítics no poden traspassar la responsabilitat de resoldre conflictes que no han estat capaços de superar per la via parlamentària del diàleg i el pacte. Ara estem davant d’un conflicte polític molt complicat, sobretot, perquè la meitat de Catalunya s’ha fet independentista i l’altra no. En aquest panorama, tant engegar una nova república catalana independent com mantenir l’estat autonòmic espanyol serà extraordinàriament difícil. Amb totes dues opcions, prop de la meitat dels catalans hi estarà en contra. No sé com, però tard o d’hora hauríem de superar aquesta dualitat.

Necessitem que es faci forta una tercera opció que ens porti cap a un federalisme real i eficaç. Un nou pacte per construir un estat que representi la realitat plurinacional d’Espanya i alhora sigui funcional, en el seu conjunt i per a cadascuna de les comunitats federades. Només Podem i l’espai dels comuns sembla treballar per aquesta idea, que en aquests moments pot semblar ingènua però que acabarà sent l’única possible. Crec que podem ser majoria els que pensem d’aquesta manera, a Catalunya i a tot Espanya. El PSOE hauria d’adonar-se i fer valer davant de tots els seus electors que només així el projecte espanyol és viable. Els cops de porta als nacionalistes catalans porten a la independència. I la repressió arbitrària i maldestra que ha ordenat aquests dies el govern espanyol només servirà perquè l’independentisme creixi encara més i superi el 47,8% dels vots que va assolir a les eleccions del 27-S. Estic convençut que després de les properes, amb una veritable majoria parlamentària, proclamaran definitivament la independència. Gràcies a Mariano Rajoy, que ens ho ha anat posant cada cop més difícil als catalans no independentistes.

Sóc conscient que el meu vot contribueix a legitimar un referèndum que tard o d’hora es farà servir per proclamar la independència de Catalunya. Però és que, ja que la nefasta estratègia dels partits polítics espanyols la farà inevitable, agraeixo que els independentistes almenys em demanin l’opinió. M’agradaria no fer un vot negatiu, sinó a favor de l’Espanya federal que desitjo. Però, per diferents raons, ni socialistes ni comuns ni ningú no ha fet que aquesta opció es presenti a votació demà. Una llàstima, perquè insisteixo que en altres circumstàncies hauria pogut guanyar. Jo demà votaré (que no) assumint que perdré, perquè molts no independentistes es quedaran a casa.

Tots plegats ho hem fet així de malament. Però tots plegats serem capaços d’escriure un nou capítol d’aquest conflicte etern entre Catalunya i Castella sense fer-nos encara més mal i perdre la convivència. N’estic convençut i, sincerament, és de l’únic que em sento orgullós quan parlo d’aquest país.